miércoles, febrero 2

trampantojo


Es como hurgarse una vieja cicatriz. Por un lado, es la inyección de antibiótico contra el dolor; saberse capaz de mantener la cordura y olvidarse de la herida consentida tiempo atrás, el salto al vacío; es incluso no tener en mente ni puente, ni baranda, ni altura suficiente para saltar. Pero es también de forma inevitable el recordar una sensación de trecho inabarcable. Insostenible. La sensación de estar a dos centímetros de distancia en la escala de un gigante de un kilómetro de altura. Lejos. Lejísimos. Solo queda el minúsculo orificio de la aguja en el antebrazo. Y un paliativo corto, que tiene la horrible propiedad de amansar el dolor, hacerlo invisible, acostumbrar al organismo al bienestar simple y temporal, para agotarse sin aviso y dejarlo inevitablemente expuesto a una dolencia ya olvidada.

"...y así se va el tiempo sometido a esos forcejeos nuestros ineficaces y contradictorios, nos permitimos ser impacientes y desear que lleguen las cosas que ansiamos y se postergan o tardan, cuando todo parece poco y demasiado rápido una vez llegado y una vez concluido, repetir cada acto querido nos acerca algo más a su término, y lo malo es que también nos acerca no repetirlos, todo viaja lentamente hacia su difuminación en medio de nuestras aceleraciones inútiles y nuestros retrasos ficticios, y sólo la última vez es la última. "

J. Marías


No hay comentarios.: