lunes, septiembre 13

Fue - A Letter to Elise

A The Cure.

Las canciones de The Cure decían todo lo que yo quería sentir y saber en esa época. Cassettes cargados de canciones sacados de especiales de Radioactiva, con cuñas incluidas, claro.. (Bendito internet de nuestros días!)

Alejado de los círculos colegiales, alejado de "la noche", de las chicas en el sentido romántico, pegado a unos audifonos de walkman en el parque o en cualquier escondite. La cabeza con muchas preguntas y cero ganas de buscar respuestas. The Cure y toda su estética gótica, emocional, post-existencial, no me atrajo por ese discurso visual y toda esa desazón juvenil noventera (remember Nirvana, Pearl Jam, etc..), sino por esa carga emocional contradictoria: The Cure tiene esa extraña cualidad de decir cosas completamente dolorosas en una melodía hermosa y casi festiva. Más que acompañarme y sacarme de días de mierda, lo que hizo fue dibujarme un círculo donde inscribir mis miedos y mis alegrías sin subvalorar ni la una ni la otra.
Un gracias y un venga pronto Don Robert.


A Soda Stereo.


La banda sonora por excelencia de toda adolescencia latinoamericana, leí por ahí. No es para tanto, pero cada canción aprendida, cada pequeño recuerdo tiene la voz de Cerati por ahí rondando. Y persiste hasta estos días. El concierto del regreso fue algo así como meter en una olla todos esos recuerdos pequeñitos y sacarles un olor fuerte no a guardado sino a memoria recién desempacada. Fue algo casi épico. Más allá de los reflectores, de los millones que se debieron ganar y de la mediática del asunto, ese concierto lo viví con el pasado lamiéndole las botas al presente. Era yo, la emoción, la música, los recuerdos. La multitud invisible. Cuando tenga ochenta años no habré olvidado las letras, estoy seguro.

Paz en su cama de hospital para el señor Gustavo.

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