jueves, septiembre 10

Dorinha

Un micrófono a la altura de las rodillas, un acordeón debajo del agua y veintisiete teclas de piano apiladas por color en una caja vieja de dominó.

El aire de una tarde amarilla no llega al naranja esperado, pero permanece de pie, colándose por entre las persianas de las puertas.

Un café aún atascado de humo calienta las manos, y los granos de azucar derramados como caspa dulce dibujan un pequeño cielo sobre la mesa metálica.

- Le puedo hacer compañía? prometo hacer silencio.
- Supongo que si, pero no haga promesas que no pueda cumplir. Está por llover.

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