De que se trata entonces el tacto, si no es de un intercambio de fuerzas mínimas aplicadas.
De que se trata el deseo, si no es del vacío que habla en letras cursivas.
Habitamos un mismo techo, que no es ni techo ni habitación. Vivimos como cápsulas de carne adheridos al suelo, respirando el mismo aire, estando a distancias kilométricas; y, aunque este aire tóxico nos devuelva el deseo y ansia de ser tocado, de quebrarnos las horas con gotas de agua, se hace inevitable un tacto resultado de terribles colisiones.
A M. Porque a veces me pierdo y confundo los modos. Y se me olvida de que están hechas algunas palabras.
1 comentario:
Son los modos los que me confunden a mí
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